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Estrés y obesidad

Para poder comprender y abordar la obesidad, desde un enfoque multidisciplinario, han de contemplarse tanto los factores que favorecen la acumulación de la grasa, como aspectos del ámbito psicológico. Con esta perspectiva, variables como el aporte calórico, el gasto energético o el mecanismo homeostático energético, van a verse influenciados por el comportamiento, la falta de actividad física o las situaciones de estrés.

Estudios han demostrado que el estrés puede ser un factor promotor de obesidad, ya que la respuesta fisiológica a éste (producción de cortisol), está estrechamente relacionada con el aumento en la ingesta de alimentos. De la misma forma, se ha visto que el estrés crónico estimula el abuso en el consumo de calorías, lo que genera un incremento en la producción de cortisol, glucosa e insulina.

El eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA) es una agrupación de influencias e interacciones entre el hipotálamo, la glándula pituitaria y la glándula adrenal o suprarrenal. Dichas interacciones homeostáticas, constituyen una parte esencial del sistema neuroendocrino que controla las reacciones al estrés. 

A través de dicho eje, se liberan glucocorticoides en el torrente sanguíneo, durante la respuesta fisiológica al estrés. El cortisol es el glucocorticoide más activo y su regulación se da en función de la genética y el ambiente, por lo que influyen en ella el ciclo de sueño-vigilia y la percepción de propio estrés. Su aumento, al despertar, es de carácter genético, mientras que su descenso, conforme transcurre el día, se relaciona con las influencias ambientales.

Así, dificultades en el entorno social y físico pueden promover el estrés psicosocial o mecánico, de la misma forma, las demandas de energía pueden llegar a generar estrés enérgico, por lo que, aquellos estados de alteración metabólica, como la obesidad (donde hay un exceso de almacenamiento de energía), la diabetes mellitus (donde existe un uso y almacenamiento alterado de energía) y el síndrome de intestino irritable (que presenta una absorción y uso alterado de energía) se pueden clasificar como factores estresantes energéticos.

Se ha visto, que el incremento en los niveles de estrés psicológico percibido está relacionado con estilos de vida poco saludables (como inactividad física, alcoholismo o tabaquismo), situaciones que influyen en el apetito y que llevan a aumentar la ingesta de energía y disminuir la actividad física, resultando en un estado de balance energético positivo.

Así mismo, se ha encontrado que aquellas personas que consideran sus vidas como más estresantes, pueden ser más susceptibles a ganar peso, ya que, generalmente, encuentran el acto de comer como respuesta a emociones positivas, ya que ciertos alimentos pueden llegar a considerarlos como una recompensa en determinadas situaciones, generando sentimientos placenteros. Los alimentos preferidos, en estas situaciones, son aquellos con altos contenidos energéticos.

Como se puede observar, existe una evidente relación entre el estrés y la obesidad, por lo que es necesario abordar y tratar la obesidad de manera integral para poder identificar aquellos factores desencadenantes de la misma y así tratarla adecuadamente.

Referencias:

Rodríguez García, J. (2019). Relación entre el estrés y la obesidad. Entretextos, 11(32), 1–11. https:// doi.org/10.59057/iberoleon.20075316.201932125

El estrés como factor de riesgo en el sobrepeso y la obesidad. (2022). Psic-Obesidad Boletín electrónico de Obesidad desde una perspectiva cognitivo conductual. Recuperado 11 de diciembre de 2023, de https://www.revistas.unam.mx/index.php/psic/issue/view/6212